Friday, June 16, 2006

Absurdo Dentro De Un Absurdo

(O En Defensa Del Arte)

Bueno, primero que todo quiero partir diciendo que esperaba yo que este fuese un tema novedoso. Lamentablemente los señores periodistas, animadores de televisión y aquella prensa escrita que ya ha perdido toda esperanza de respeto, han anunciado al mundo este hallazgo que yo ya había hecho la noche del 1º de Mayo. Y este es el rescate de la señora Patricia Villanueva como personaje de culto y heroína de nuestros tiempos. Ahora bien, dado que esta ventaja que me tomaron fue debido a que nos sobrepasan en la frecuencia y el alcance de sus medios en comparación con nuestro humilde pasquín, y no fue por una superioridad de intelecto, hablaré de todas maneras de aquello que tenia planeado, buscando una perspectiva que resulte, quizás novedosa.

Aquella plácida mañana del primero de Mayo el sol sale con más fuerza, los pájaros cantan más alegres y el pan sabe más sabroso, pues las alamedas de mi patria se abren para que los trabajadores salgan a celebrar sus derechos. Y en realidad debemos bajar a la realidad cuando vemos que estas oportunidades de manifestación -estos momentos extraordinarios en que se puede salir un poco de lo protocolar y cotidiano para adentrarse en lo cívico (¡estos errores de la matriz!)- son aprovechadas por aquellos que robando micrófonos y cámaras de televisión usan el escándalo para profitar míseros segundos en el noticiario de la noche. Y dentro de este mar de estudiantes, de mapuches, de micreros, del sin sentido de aquellos encapuchados que en nombre del pueblo destruyen los paraderos en los que ellos esperan micros y los parques en donde descansan y –de bien al fondo- de trabajadores aparece una figura casi angelical. Se trata de Patricia Villanueva, quien caminando en esta selva de absurdos, complementa el acto del sin sentido robando frente a un batallón de reporteros una humilde mesa de café desde dentro de un destruido banco y además teniendo la decencia de despedirse de los televidentes. Si hubiese habido una toma aérea de aquella mujer vestida de blanco caminando entre los gases lacrimógenos, policías y encapuchados (¡entre fuego y azufre!) seguramente se nos hubiese venido a la mente la escena más bella de La lista de Schindler, cuando Oskar ve desde el cerro como entre la hecatombe del desalojo del ghetto, una pequeña niña de vestida de rojo se pasea sin entender que pasa.

Ese absurdo más grande dentro de ese pequeño absurdo que fueron los disturbios del día del trabajador –en comparación con el primero- no se puede aprender en cualquier lado. Eso es un acto de arte señores.

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